¿Es la alienación la culpable de que apuntalemos de un modo u otro un sistema injusto y de que hayan seducido así nuestras conciencias? Siempre me han interesado, con los anarquistas a la cabeza, los que han insistido en enfrentarse a una realidad concreta frente a tanta abstracción. Estas abstracciones, posible causa de tanta enajenación, que adoptan de modo clásico la efigie de Dios, pero que en la modernidad también habla de la Humanidad, el Derecho o el Progreso, acaba sacrificando al ser humano concreto. Es por eso que un autor como Max Stirner, tan reivindicado por los anarquistas, creo que merece ser tan recordado en la posmodernidad; al menos, su advertencia sobre como el ser humano concreto y real, siendo cada personalidad valiosa y diferenciable, acaba siendo anulado por nuevas abstracciones (no importa el nombre que adopten). Los Estados y el Capitalismo siguen asesinando y, además, lo hacen a veces en nombre del Derecho y de supuestos valores humanos con la promesa de un mundo mejor inexistente. Los anarquistas debemos reivindicar siempre el valor y la dignidad de la vida humana, de cada una de ellas de forma concreta y real. No estoy muy seguro de que la respuesta es, sencillamente, que estamos enajenados de una determinado condición que tendríamos en nuestro yo real (sería aceptable, lejos de toda metafísica, solo si ese supuesto yo supone potenciar lo mejor que llevamos dentro). En cualquier caso, lo importante es esa reivindicación de un trato cercano entre los seres humanos, que despierte nuestros valores más nobles de solidaridad y apoyo mutuo. En la sociedad actual, cualquier excusa es buena para desentendernos de los problemas ajenos, para juzgar y condenar a la persona que tenemos enfrente. Hay que trabajar por una comunicación racional frente a la violencia, aunque sea asumible que los conflictos son inherentes a las relaciones humanas, y por la comprensión frente al rechazo.
Los inicios de la modernidad nos trajo promesas de emancipación, a nivel individual y colectivo, pero la realidad es que su desarrollo ha perfeccionado las formas de dominación en una sociedad jerarquizada. Esa perfección, a veces, adopta la forma de una posible liberación; tal vez, por eso, sigue seduciendo tantas conciencias. Es cierto que en las sociedades desarrolladas conviven esos nobles valores, incluso libertarios (Colin Ward ya lo indicaba), con formas intolerables de rechazo y exclusión. Es por eso que trabajando, la lógica libertaria obliga a que sea fuera de las instituciones, sobre esas relaciones horizontales, libres y solidarias, y no solo con promesas revolucionarias en organizaciones militantes, ya se está trabajando y construyendo la sociedad que nos gustaría. La dominación está ahí, si queremos verla (y sufrirla, tantas veces), pero también la posible liberación. Las instituciones sociales y políticas han sido creadas por los seres humanos, y por ellos pueden ser transformadas hacia modos de vida y producción verdaderamente justos y racionales. Los anarquistas sabemos que esas promesas de emancipación, que a veces adoptan esas instituciones jerarquizadas, son falaces, por lo que trabajamos en nuestra propio camino, real y concreto en lo social, por lo que consideramos la liberación. Una liberación de esa apropiación que han realizado las grandes instituciones de la modernidad (con el Estado y el Capitalismo a la cabeza, aunque la dominación esté presente en otros ámbitos y con otras formas), instrumentalizando el conocimiento, la tecnología y los recursos sociales para regularizar las vidas de los seres humanos.
El anarquismo, en nombre de la libertad y la igualdad de todos los seres humanos, siempre tuvo como objetivo la emancipación de toda explotación y dominación. El pensamiento libertario estuvo influido por multitud de autores, a veces diversos e incluso divergentes, pero fue siempre en la práctica antiautoritaria y autogestionarias, en innumerables experimentos sociales, donde cobró un notable vigor. Serán siempre las propias personas, de forma real y concreta, las que adoptarán su propio camino para transformar la sociedad y liberarse. La acción directa anarquista, en nombre de los valores más dignos y solidarios, sustituye a toda abstracción y anula la mediación de cualquier clase que la sustente. Frente a las sutiles formas de dominación estatal o de explotación económica, y frente a las falacias liberadoras de la representación política de la democracia, una relación real y libertaria con el mundo en cualquier ámbito vital. Lo que hace al anarquismo actual, no importa la época y los valores en que nos encontremos, es precisamente una crítica y una práctica antiautoritarias en cualquier plano de la existencia humana. Es posible que la dominación se produzca a nivel cotidiano en la sociedad actual, pero es posible también la emancipación. Profundicemos y trabajemos en ello, en las condiciones éticas y concretas sobre las que podemos construir nuestras vidas y desenvolvernos socialmente. La conciencia de muchas personas, estoy seguro, puede verse atraída por ello.
Capi Vidal
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