Grecia lucha por reinventarse. Seis años de recesión y cuatro de duros recortes presupuestarios han hundido las finanzas del país, que ayer inauguró oficialmente la presidencia helena de la Unión Europea en medio de unas enormes medidas de seguridad que convirtieron Atenas en una fortaleza. También se han desmoronado los ánimos de una de las poblaciones más deprimidas de Europa. No es de extrañar el desaliento de un país con una tasa de desempleo superior al 27% y donde el número de pobres se ha multiplicado por siete en los últimos cinco años.
Hay, sin embargo, quienes se rebelan contra la situación. El panorama es el propicio para experimentar y los griegos no lo están desaprovechando. Para algunos hay poco que perder. Otros no tienen más remedio: o buscan medidas alternativas para tener algún ingreso o se enfrentan a la indigencia.
El trabajo escasea en las ciudades. Hay quien ha vuelto a los pueblos de sus padres o abuelos con el objetivo de rehacer sus vidas y no pagar los altos alquileres de las grandes urbes. Ese es el caso de Aristóteles Lucas, un fornido griego que cambió los trajes de chaqueta por un mono de trabajo gris. Hace dos años era comercial farmacéutico; ahora se encuentra finalizando un curso de agricultura a las afueras de Salónica: “Si todos fuéramos independientes, los mercados que están hundiendo Grecia se derrumbarían”, explica mientras hace un descanso.
Él es uno de los más de 40.000 griegos que han afrontado la crisis volviendo a trabajar la tierra, según la Asociación de Granjeros helena. Algunos, como Aristóteles, han acudido a la American Farm School, una reputada escuela en el país, para perfeccionar su técnica. La conocida como ‘universidad del campo’ ha visto cómo sus alumnos casi se han triplicado en los últimos años.
La agricultura ha sido fundamental para el desarrollo de la economía helena, pero perdió su importancia en las décadas de bonanza. Ahorasupone sólo un 3% del PIB, aunque la vuelta al campo de los griegos podría elevar ese porcentaje. Organizarse en cooperativas rurales es cada vez menos raro.
Otras alternativas son más extremas. Una decena de voluntarios se ha propuesto crear una comunidad autosostenible en la isla de Euboea. Su objetivo es no consumir más de lo que necesitan, y cubrir esas necesidades con lo que ofrece la naturaleza. Ni siquiera cambian sus excedentes, los regalan, esperando que, en algún momento, la ayuda regrese de vuelta.
No sólo a la agricultura está cambiando en el contexto de la crisis. Otro gran pilar del sector primario, la pesca, parece atraer cada vez a más personas. Los permisos para desarrollar dicha actividad ya se doblaron en 2011 con respecto a 2010.
Otro tipo de distribución alternativa es la propuesta por los ‘centros de consumo cooperativo’. A ese reclamo responden varios supermercados inaugurados recientemente en Atenas. Ofertan bienes de consumo con un 40% de descuento a sus socios. Para ser miembro de por vida es necesario pagar 20 euros. ¿Cuál es el secreto? Son productos comprados directamente a sus productores. Funciona como la evolución en los barrios del “movimiento sin intermediarios”.
Tiendas sin monedas
Si en el mundo moderno ya es novedoso vender cara a cara con el consumidor el producto producido, no es menos original comerciar sin que se utilice divisa oficial alguna. A unos 200 kilómetros al sur de Salónica se encuentra Volos. Esa ciudad ha sido testigo de la vuelta de los helenos a un sistema de trueque. Un grupo de ciudadanos ha creado allí una moneda alternativa al euro llamada TEM. Se organiza a través de internet y su uso se ha popularizado en toda la región. Funciona así: una hora de trabajo de cualquier tipo equivale a seis TEM.
Todos comienzan con 300 TEM de saldo y pueden endeudarse un máximo de otros 300: “Funciona igual que el trueque, pero con la posibilidad de guardar el valor de tu trabajo e implicar a cientos de personas en el intercambio”, explica Christos Papaioannou, uno de sus precursores.
Hay un dicho griego, originario de Tales de Mileto, que dice que ‘no hay fuerza conductora mayor que la necesidad’. En mi opinión, todos estos fenómenos son reacciones saludables a una extrema situación de necesidad”, explica a El Confidencial Jristos Emmanouilidis, economista de la Universidad de Salónica.
La fábrica, situada en Salónica, arrojaba beneficios hasta hace unos años. Llegó a contabilizar hasta 2,5 millones de euros de ganancias entre 2009 y 2010. Un año después llegó la crisis, que acabó con la producción y generó su bancarrota. Las puertas del negocio se cerraron en 2011, dejando en la estacada a decenas de personas. Quienes trabajaban allí, sin embargo, no se rindieron. Ocuparon la fábrica e iniciaron un movimiento para recuperar su empleo, pero el Gobierno y la dirección de la empresa desestimaron todas las alternativas propuestas.
Todo cambió en octubre de 2012, cuando fundaron una cooperativa de trabajadores bajo el control absoluto de la asamblea de obreros. Hace diez meses, convertidos ya en un símbolo de resistencia para todo el país, reiniciaron de nuevo la producción. “Decidimos responder de esta manera al vernos sin trabajo, sin dinero y sin ayuda estatal”, expone Alekos Sideridis, uno de los trabajadores ‘rebeldes’ de Vio-Me.
El Gobierno es optimista... sin motivo
En todos los sectores económicos helenos se están llevando a cabo iniciativas similares. Algunos expertos las miran con escepticismo; otros, con esperanza. No solucionarán la crisis, pero ayudan a sobrellevarla. “Es conocido que en los sistemas biológicos la heterogeneidad posibilita la estabilidad y las posibilidades de sobrevivir”, comenta a este diario el economista Emmanouilidis. “Con ellos se facilitan las transacciones en situaciones caracterizadas por una ausencia de liquidez, gran desempleo y depresión económica”, añade.
No puede, eso sí, predecir si sobrevivirán a la crisis. “Depende de cómo se desarrollen las dificultades en el futuro y de lo exitosas que sean todas estas acciones en cubrir las necesidades socioeconómicas locales o generales durante la crisis”, explica. “Para que movimientos como el de las fábricas ocupadas persistan se necesita una viabilidad económica y una competitividad. Es difícil de imaginar cómo pueden alcanzarse esas metas en el presente estado de la economía. Lo mismo sucede con divisas locales como el TEM”, reflexiona el experto.
FUENTE: EL CONFIDENCIAL
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