martes, 24 de junio de 2014

Louise Michel, vida revolucionaria en la Comuna de París

“No quiero defenderme, no quiero ser defendida; pertenezco por entero a la revolución social y declaro aceptar la responsabilidad de todos mis actos; la acepto sin restricción […]. “No me ofendáis, no me degradéis con un perdón que ni quiero, ni necesito, ni merezco. He luchado con los que más han luchado, he disparado junto con los que más lo han hecho…”.

Ni un paso atrás en su compromiso con la Comuna de París. Con esta valentía se incriminaba Louise Michel de las acusaciones del tribunal que la juzgaba tras la sublevación popular parisina. Un carácter indomable el de esta pedagoga, escritora, poeta, periodista, activista y agitadora que fue una de las protagonistas principales de la primera revolución obrera de la Historia, una experiencia de autogestión ciudadana que sólo duró 2 meses pero que aún se conmemora periódicamente con iniciativas tan creativas como la de Raspouteam.

No puede decirse lo mismo de Louise Michel, una revolucionaria ignorada cuando no despreciada todavía por el patriarcado. La editorial LaMalatesta la rescata del olvido con la traducción al español de sus memorias sobre la Comuna de París, una edición cuidada que reivindica el valor histórico de una mujer libre, transgresora y avanzada a a su tiempo al defender la dignidad de las clases populares y la igualdad entre hombres y mujeres.
Las memorias de Louise Michel son una crónica tan apasionada como precisa y detallada de los hechos de la Comuna de París, desde el contexto político que desemboca en el alzamiento popular a la represión feroz que desencadena el poder burgués tras la caída de la Comuna. Gracias a la reproducción de manifiestos, proclamas y testimonios de quienes compartieron la experiencia con ella, reconstruye el día a día para “revivir el tiempo de la lucha y la libertad, que fue mi verdadera existencia” dice. “Y sin apenas contar nada mío” por el fastidio de hablar sobre ella misma.

El relato de Louise Michel también incluye su experiencia en Nueva Caledonia, colonia francesa en el Pacífico, tras el destierro como condena por su participación en las revueltas. Un período en el que defenderá las reivindicaciones de los indígenas contra la opresión de los colonizadores, una actitud rechazada por sus compañeros de destierro. También allí se convertirá en anarquista: “el poder está maldito y por eso soy anarquista”. Y completa: “llegadas al poder, las personas no pueden hacer otra cosa que cometer crímenes si son débiles o egoístas; o ser aniquiladas si son abnegadas y enérgicas”. En 2009, la tv movie Louise Michel, la rebelle de Solveig Anspach , recuperaría esta fase de su vida.


De Louise Michel la prensa de la época decía que era “la imagen revolucionaria de la Comuna” por el protagonismo asumido desde el principio: “puede decirse que era su inspiradora, incluso el soplo revolucionario” se escribía. Pero ella no fue la única mujer que defendió con firmeza aquellas ideas y principios. Con esta rebelión las mujeres irrumpen por primera vez en las calles, en el espacio público: “Los ejércitos de la Comuna también fueron mujeres, que se portaron como heroínas, pero sólo algunas fueron conocidas” explica Louise Michel.

Enfermeras y camilleras que cuidaban a los heridos, maestras para las que la enseñanza era un instrumento de liberación personal de la clase obrera, pero también combatientes que lucharon en las barricadas y las murallas por a defensa de la ciudad. “Las mujeres eran numerosas entre las más implacables luchadoras que combatieron la invasión y defendieron la República”. Y añade Louise Michel: “Las mujeres no se preguntaban si una cosa era posible, sino si era útil, y entonces lograban llevarla a cabo”.

Con esa ruptura del rol de la mujer en la época, aparece la leyenda de las petroleras, las mujeres que quemaban París para cubrir la retirada de las tropas comuneras. “Sobre las petroleras circularon las más locas leyendas. No hubo petroleras: las mujeres lucharon como leonas; peró sólo me vi a mi misma gritando: ¡Fuego!”. Y de nuevo se incrimina: “En cuanto al incendio de París, sí, he participado. Quería combatir con una barrera de llamas a los invasores de Versalles. No tengo cómplices en esta acción, he actuado por mi propio impulso”.

La Comuna, un estallido popular contra las desigualdades

Frente a las pretensiones imperialistas, la paz entre los pueblos. Contra la monarquía, la república. De la imposición del orden burgués a la libertad de la autogestión obrera. Frente a los privilegios de clase, la igualdad para todas las personas. Por primera vez en la Historia, la clase obrera es la protagonista de una revolución política.

La rebelión de las multitudes parisinas en 1871 se erige en referente de la lucha contra el autoritarismo y las desigualdades. Con una organización política que se construye desde abajo gracias a la actividad constante de las asambleas vecinales en los barrios de la ciudad. En un contexto de vacío de poder, el pueblo de París no se rinde, toma las armas y se organiza contra el gobierno huido a Versalles y el asedio de las tropas prusianas vencedoras de la guerra contra el imperio de Napoleón III.

“Se quería todo a la vez: artes, ciencias, literatura, descubrimiento; la vida resplandecía. Todos teníamos prisa por escapar del viejo mundo”, según Louise Michel. Y por fundar una sociedad de personas libres que derribara los privilegios del antiguo régimen. Por ello se adoptaron una serie de medidas sociales para promover la igualdad, entre las que también destacaron medidas laicistas para la separación Iglesia- Estado. Casi un siglo y medio después, muchas de esas aspiraciones no han perdido vigencia: sigue la lucha por la dignidad y la justicia social contra el neoliberalismo imperante.

La experiencia revolucionaria sólo duró 2 meses. La Comuna fue atrevida en sus planteamientos, pero débil al defenderse de sus enemigos. Y es que la moderación, la permisividad y la ingenuidad respecto al gobierno de Versalles contribuyeron de forma decisiva a la restitución del orden burgués con la complicidad del ejército prusiano, que quería evitar el contagio de la sublevación al resto de Europa en un momento de nacimiento del movimiento obrero. Después llegaría el baño de sangre, con la ejecución de más de 40.000 comuneros y 5.000 deportados.

La última película de Peter Watkins es una recreación de seis horas de duración de la historia de la Comuna de París [...]. Esta obra tardía perfecciona los principales métodos y objetivos cinematográficos del director: hechos históricos recreados con el estilo de los reportajes informativos de televisión, colaboración con actores amateurs que se identifican realmente con los puntos de vista expresados por los personajes que interpretan y los complementan con cuestiones contemporáneas, la creación cinematográfica entendida como proceso abierto que implica a todos los que forman parte de él, la posibilidad de que el público participe en la distribución de la información y en debates sociales, y un ejemplo cinematográfico de activismo político que estimula la identificación activa con una determinada postura en lugar de la observación pasiva.

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