El proceso de globalización ha significado para el mundo entero, entre otras cosas, deterioro creciente de la calidad de vida, desincorporación de grandes masas de trabajadores de los procesos de producción y, por lo tanto, incremento de la desigualdad social. En el planeta, la pobreza aparece unida indefectiblemente a la violencia como causa y expresión de injusticias, inequidades, postergación y exclusión social (Rodríguez, 2004).
En México el modelo globalizado de economía de mercado produce crecimiento económico, y de la cual en el discurso oficial de las principales cabezas de gobierno y empresarial hacen o intentan hacer ver que se vive en una etapa de opulencia de la cual genera oportunidades a toda la población, pero en contraste de la distancia entre discursos y la realidad se encuentra un abismo, no mejorando las condiciones de salud mental de la población al considerar el suicidio como indicador de ésta, observándose inequidad económica y de salud, precarización laboral, explotación, desconfianza interpersonal y debilitamiento de las redes sociales.
Con ello, el modelo ha traído consigo muchas inseguridades entre modernización económica y la subjetividad, reflejadas en un contexto psico social caracterizado por un sostenido y progresivo incremento del suicidio. Con esto, las cifras de suicidio que aportan distintas instituciones u organizaciones son consideradas indicadores del estado de salud en el mundo permitiendo evaluar constantemente el eventual progreso del suicidio.
El fenómeno del suicidio en el siglo XXI aparece en un contexto de poco acceso a la educación para la gran mayoría de la población, malos servicios de salud, desempleo, con poca o nula credibilidad de la población en los gobiernos y sus políticas, también observándose pocos programas de ayuda en servicios a personas con conducta suicida.
Los jóvenes son víctimas de constantes bombardeos de modelos de violencia, tanto en el medio donde viven como por los medios masivos de comunicación que promueven violencia gratuita. Si a esto le agregamos que influye en parte el incremento en el consumo de drogas, las influencias transculturales y la desintegración familiar, el resultado es una adolescencia poco motivada y confundida que puede encontrar en el suicidio una vía para escapar de sus respectivas realidades que les aflige.
Gran parte de la sociedad tiene como cultura que se aprecie como importancia máxima la imagen de las personas, la forma de vestir, adquirir objetos en la lógica del mercado que dan cierta sensación de satisfacción y que representan un status logrado frente a otros miembros de la sociedad basada en el consumismo, provocando que muchas personas se sientan discriminadas porque no tienen los recursos económicos, por ejemplo adquirir productos, servicios o vestimenta a la moda. Poco a poco se van caracterizando en la actitud de la mayoría de personas de otras edades, por la superficialidad de sus comportamientos viniendo en parte a repercutir de manera negativa la solidaridad que podría prestar un individuo a otro.
Viven en un contexto socio económico bastante difícil, ya sea en países llamados de primer mundo o tercer mundo, que obliga a los padres y hasta a algunos de los hermanos a trabajar para suplir las necesidades básicas para la subsistencia de la familia. Ello tiene un efecto particularmente degenerativo en lo referente a los vínculos familiares, en la medida que la lucha por la subsistencia y un nivel de vida estable obliga a los padres y otros familiares a insertarse en el mercado laboral con condiciones productivas que en algunos casos toma un matiz sobre-explotador, descuidando inevitablemente la función orientadora y de apoyo hacia los hijos y hacia la dinámica de la familia como grupo. Tal como en el siglo XIX y parte del Siglo XX, el capitalismo industrial en varios países llegó a destrozar los lazos entre la familia y la comunidad, el contexto social y económico actual conduce al “desarraigo” de los miembros de la familia (Guevara, 2003).
Para Ralf Dahrendorf (citado por Petrus, 2007), hay elementos evidentes de suicidio colectivo en la actual obsesión por la competitividad. Es reconocible en el analfabetismo de masas, en la destrucción de los centros y los barrios de la ciudad, en la criminalidad, en la droga y, sobre todo, en una generación de jóvenes sin esperanza por el porvenir.
El suicidio en jóvenes ha aumentado en comparación con otros grupos de edades, teniendo conocimiento que en pocas ciudades de México se puede encontrar ayuda especializada y accesible para la mayoría de la población. La indiferencia de gran parte de la sociedad, así como la falta de concientización, son algunos factores que contribuyen de manera significativa en el fenómeno del suicidio. Tal como lo menciona la Organización Mundial de la Salud, en el siglo XXI la depresión será la enfermedad más grave que tendrá que luchar la humanidad.
En México el modelo globalizado de economía de mercado produce crecimiento económico, y de la cual en el discurso oficial de las principales cabezas de gobierno y empresarial hacen o intentan hacer ver que se vive en una etapa de opulencia de la cual genera oportunidades a toda la población, pero en contraste de la distancia entre discursos y la realidad se encuentra un abismo, no mejorando las condiciones de salud mental de la población al considerar el suicidio como indicador de ésta, observándose inequidad económica y de salud, precarización laboral, explotación, desconfianza interpersonal y debilitamiento de las redes sociales.
Con ello, el modelo ha traído consigo muchas inseguridades entre modernización económica y la subjetividad, reflejadas en un contexto psico social caracterizado por un sostenido y progresivo incremento del suicidio. Con esto, las cifras de suicidio que aportan distintas instituciones u organizaciones son consideradas indicadores del estado de salud en el mundo permitiendo evaluar constantemente el eventual progreso del suicidio.
El fenómeno del suicidio en el siglo XXI aparece en un contexto de poco acceso a la educación para la gran mayoría de la población, malos servicios de salud, desempleo, con poca o nula credibilidad de la población en los gobiernos y sus políticas, también observándose pocos programas de ayuda en servicios a personas con conducta suicida.
Los jóvenes son víctimas de constantes bombardeos de modelos de violencia, tanto en el medio donde viven como por los medios masivos de comunicación que promueven violencia gratuita. Si a esto le agregamos que influye en parte el incremento en el consumo de drogas, las influencias transculturales y la desintegración familiar, el resultado es una adolescencia poco motivada y confundida que puede encontrar en el suicidio una vía para escapar de sus respectivas realidades que les aflige.
Gran parte de la sociedad tiene como cultura que se aprecie como importancia máxima la imagen de las personas, la forma de vestir, adquirir objetos en la lógica del mercado que dan cierta sensación de satisfacción y que representan un status logrado frente a otros miembros de la sociedad basada en el consumismo, provocando que muchas personas se sientan discriminadas porque no tienen los recursos económicos, por ejemplo adquirir productos, servicios o vestimenta a la moda. Poco a poco se van caracterizando en la actitud de la mayoría de personas de otras edades, por la superficialidad de sus comportamientos viniendo en parte a repercutir de manera negativa la solidaridad que podría prestar un individuo a otro.
Viven en un contexto socio económico bastante difícil, ya sea en países llamados de primer mundo o tercer mundo, que obliga a los padres y hasta a algunos de los hermanos a trabajar para suplir las necesidades básicas para la subsistencia de la familia. Ello tiene un efecto particularmente degenerativo en lo referente a los vínculos familiares, en la medida que la lucha por la subsistencia y un nivel de vida estable obliga a los padres y otros familiares a insertarse en el mercado laboral con condiciones productivas que en algunos casos toma un matiz sobre-explotador, descuidando inevitablemente la función orientadora y de apoyo hacia los hijos y hacia la dinámica de la familia como grupo. Tal como en el siglo XIX y parte del Siglo XX, el capitalismo industrial en varios países llegó a destrozar los lazos entre la familia y la comunidad, el contexto social y económico actual conduce al “desarraigo” de los miembros de la familia (Guevara, 2003).
Para Ralf Dahrendorf (citado por Petrus, 2007), hay elementos evidentes de suicidio colectivo en la actual obsesión por la competitividad. Es reconocible en el analfabetismo de masas, en la destrucción de los centros y los barrios de la ciudad, en la criminalidad, en la droga y, sobre todo, en una generación de jóvenes sin esperanza por el porvenir.
El suicidio en jóvenes ha aumentado en comparación con otros grupos de edades, teniendo conocimiento que en pocas ciudades de México se puede encontrar ayuda especializada y accesible para la mayoría de la población. La indiferencia de gran parte de la sociedad, así como la falta de concientización, son algunos factores que contribuyen de manera significativa en el fenómeno del suicidio. Tal como lo menciona la Organización Mundial de la Salud, en el siglo XXI la depresión será la enfermedad más grave que tendrá que luchar la humanidad.
Ricardo Acevedo Lomeli
Bibliografia:
- Guevara Villalobos (2003), Aportes para la reflexión sobre el fenómeno del suicidio en adolescentes, Revista de Ciencias Sociales (Cr), Vol. II, Núm. 116, sin mes, 2007, pp. 57-69. Universidad de Costa Rica.
-Petrus, Antonio (2007), Violencia, Sociedad, y Deporte, Libro Convivir con la violencia, España, Universidad de Castilla.
-Rodríguez, Francisco (2004), La pobreza como un proceso de violencia estructural, Venezuela, Revista de Ciencias Sociales, enero-abril, ano/vol. X numero 001
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