Después de la publicación de la “Plataforma” de Archinov y del debate que produjo en el seno del movimiento anarquista, se planteó la superación de los problemas de relación interna del anarquismo por medio de una síntesis entre los diferentes grupos; es la propuesta de Sébastien Faure, que fue compartida por la inmensa mayoría del anarquismo organizado. Cuando Faure edita su monumental Enciclopedia Anarquista (1934) encarga la redacción de la voz “síntesis anarquista” a Volin (pseudónimo de Vsevolod Mijailovich Eichenbaum, 1882-1945).
Se entiende por “síntesis anarquista” una tendencia desarrollada actualmente en el seno del movimiento libertario, que trata de conciliar y “sintetizar” las diferentes corrientes de ideas que dividen a estos movimientos en diversas fracciones más o menos hostiles entre sí. Se trata, en el fondo, de unificar en cierta medida tanto la teoría como el movimiento anarquistas en un conjunto armonioso, ordenado, acabado. Y digo en cierta medida porque, naturalmente, la concepción anarquista no podría ni debería jamás hacerse rígida, inmutable, estancada. Debe permanecer ligera, viva, rica en ideas y tendencias. Pero ligereza no debe significar confusión. Y, por otra parte, entre inmovilidad y fluctuación existe un estado intermedio. Es precisamente ese estado intermedio el que la síntesis anarquista trata de precisar, de fijar y de alcanzar.
Fue sobre todo en Rusia, durante la Revolución de 1917, cuando la necesidad de tal unificación, de tal síntesis, se hizo sentir. Muy débil ya materialmente (pocos militantes, escasos medios de propaganda, etc.) en relación a otras corrientes políticas y sociales, el anarquismo se vio aun más debilitado durante la Revolución Rusa como consecuencia de las luchas intestinas que lo desgarraban. Los anarcosindicalistas no querían entenderse con los anarquistas comunistas y, al mismo tiempo, unos y otros se enfrentaban con los individualistas (sin hablar de otras tendencias). Ese estado de cosas impresionó dolorosamente a varios compañeros de tendencias diversas. Perseguidos y finalmente expulsados de la gran Rusia por el gobierno bolchevique, algunos de estos compañeros fueron a militar a Ucrania, donde el ambiente político era más favorable y donde, de acuerdo con otros compañeros ucranianos, decidieron crear un movimiento anarquista unificado, reclutando militantes serios y activos por todas partes, sin distinción de tendencia. El movimiento adquirió enseguida una amplitud y un vigor excepcionales. Para consolidarse e imponerse definitivamente, sólo le faltaba una cosa: una cierta base teórica.
Sabiéndome un adversario decidido de las nefastas querellas entre las diversas corrientes del anarquismo, sabiendo que pensaba como ellos en la necesidad de conciliarlas, algunos compañeros acudieron a buscarme en una pequeña ciudad de la Rusia central y me propusieron que fuera a Ucrania para tomar parte en la creación de un movimiento unificado, proporcionarle un fondo teórico y desarrollar la tesis en la prensa libertaria.
Acepté la proposición. En noviembre de 1918, el movimiento anarquista unificado de Ucrania se puso en marcha. Se formaron varios grupos y enviaron a sus delegados a la primera conferencia constituyente, que creó la Confederación Anarquista de Ucrania Nabat (toque a rebato). Esta conferencia elaboró y adoptó por unanimidad una Declaración que proclamaba los principios fundamentales del nuevo organismo. Se decidió que muy pronto se ampliaría esa breve declaración de principios y se completaría y comentaría en la prensa libertaria. Los tempestuosos acontecimientos no impidieron ese trabajo teórico. La Confederación de Nabat hubo de sostener luchas ininterrumpidas y encarnizadas. Pronto se vio “liquidada” por las autoridades bolcheviques que se instalaron en Ucrania. Aparte de algunos artículos de periódicos, la Declaración de la primera conferencia de Nabat fue y seguirá siendo la única muestra de la tendencia unificadora (o “sintetizadora”) del movimiento anarquista ruso.
Las tres ideas clave que, después de la Declaración, deberían ser aceptadas por todos los anarquistas serios con el fin de unificar el movimiento son las siguientes: 1. La admisión definitiva del principio sindicalista, que indica el verdadero método de la revolución social; 2. la admisión definitiva del principio comunista (libertario), que establece la base organizativa de la nueva sociedad en formación; 3. La admisión definitiva del principio individualista; la emancipación total y la felicidad del individuo son el verdadero objetivo de la revolución social y de la nueva sociedad.
Desarrollando estas ideas, la Declaración trata de definir con claridad la noción de “revolución social” y de destruir la tendencia de ciertos libertarios que buscan adaptar la anarquía al llamado “periodo transitorio”.
Dicho esto, preferimos, en lugar de retomar los argumentos de la Declaración, desarrollar la argumentación teórica de la síntesis.
La primera cuestión a resolver es la siguiente: La existencia de diversas corrientes anarquistas enemigas, que disputan entre sí ¿es un hecho positivo o negativo? La descomposición de la idea y movimiento libertarios en diversas tendencias que se oponen ¿favorece u obstaculiza el éxito de la concepción anarquista? Si se considera favorable, es inútil toda discusión. Si, por el contrario, se considera perjudicial, habrá que extraer las necesarias conclusiones.
Respondemos así a esta primera cuestión: Al principio, cuando la idea anarquista aun estaba poco desarrollada, confusa, fue natural y útil analizarla bajo todos los aspectos, descomponerla, examinar a fondo cada uno de sus elementos, confrontarlos, oponerlos etc. Y eso es lo que se hizo. El anarquismo se descompuso en diversos elementos (o corrientes). Así el conjunto, demasiado general y vago, fue diseccionado, lo que ayudó a profundizar, a estudiar a fondo ese conjunto de elementos. Por aquel entonces, la desarticulación de la concepción anarquista fue por tanto un hecho positivo. Diversas personas se interesaron por las diferentes corrientes del anarquismo; los detalles y el conjunto ganaron en profundidad y en precisión. Pero, por eso mismo, una vez se llevó a cabo esta primera parte, una vez que se examinaron todos los elementos del pensamiento anarquista (comunismo, individualismo, sindicalismo), había que pensar en reconstruir, con esos elementos bien trabajados, el conjunto orgánico del que provenían. Tras un análisis fundamental, había que volver (conscientemente) a la síntesis beneficiosa.
Un hecho curioso: no se volvió a pensar en esta necesidad. Las personas que se interesaron por ese elemento dado del anarquismo acabaron por sustituirlo. Naturalmente, pronto tuvieron desacuerdos y, al final, conflicto con quienes trataban del mismo modo otras parcelas de la verdad entera. Así, en lugar de abordar la idea de la fusión de los elementos dispersos (que, tomados por separado, no podían servir de mucho) en un conjunto orgánico, los anarquistas emprendieron durante muchos años la estéril tarea de oponer enconadamente sus “corrientes”. Cada uno consideraba “su” corriente, “su” parcela, como la única verdad y combatía encarnizadamente contra los partidarios de las otras corrientes. Así empezó, en las filas libertarias, ese pataleo caracterizado por la ceguera y la animosidad, que continúa en nuestros días y que debe considerarse perjudicial para el desarrollo normal de la concepción anarquista.
Nuestra conclusión es clara. La división de la idea anarquista en diversas corrientes ha cumplido su papel. Ya no tiene ninguna utilidad. Ahora mantiene al movimiento estancado, le causa enormes perjuicios y no ofrece ya -no puede- nada positivo. El primer periodo -en el que el anarquismo buscaba, se precisaba y se fraccionaba inevitablemente en su tarea- ha terminado. Es el momento de ir más lejos.
Si la dispersión del anarquismo es actualmente un hecho negativo, perjudicial, hay que tratar de ponerle fin. Se trata de recobrar el conjunto entero, de unir los elementos desperdigados, de encontrar y reconstruir conscientemente la síntesis abandonada.
Respondemos así a esta primera cuestión: Al principio, cuando la idea anarquista aun estaba poco desarrollada, confusa, fue natural y útil analizarla bajo todos los aspectos, descomponerla, examinar a fondo cada uno de sus elementos, confrontarlos, oponerlos etc. Y eso es lo que se hizo. El anarquismo se descompuso en diversos elementos (o corrientes). Así el conjunto, demasiado general y vago, fue diseccionado, lo que ayudó a profundizar, a estudiar a fondo ese conjunto de elementos. Por aquel entonces, la desarticulación de la concepción anarquista fue por tanto un hecho positivo. Diversas personas se interesaron por las diferentes corrientes del anarquismo; los detalles y el conjunto ganaron en profundidad y en precisión. Pero, por eso mismo, una vez se llevó a cabo esta primera parte, una vez que se examinaron todos los elementos del pensamiento anarquista (comunismo, individualismo, sindicalismo), había que pensar en reconstruir, con esos elementos bien trabajados, el conjunto orgánico del que provenían. Tras un análisis fundamental, había que volver (conscientemente) a la síntesis beneficiosa.
Un hecho curioso: no se volvió a pensar en esta necesidad. Las personas que se interesaron por ese elemento dado del anarquismo acabaron por sustituirlo. Naturalmente, pronto tuvieron desacuerdos y, al final, conflicto con quienes trataban del mismo modo otras parcelas de la verdad entera. Así, en lugar de abordar la idea de la fusión de los elementos dispersos (que, tomados por separado, no podían servir de mucho) en un conjunto orgánico, los anarquistas emprendieron durante muchos años la estéril tarea de oponer enconadamente sus “corrientes”. Cada uno consideraba “su” corriente, “su” parcela, como la única verdad y combatía encarnizadamente contra los partidarios de las otras corrientes. Así empezó, en las filas libertarias, ese pataleo caracterizado por la ceguera y la animosidad, que continúa en nuestros días y que debe considerarse perjudicial para el desarrollo normal de la concepción anarquista.
Nuestra conclusión es clara. La división de la idea anarquista en diversas corrientes ha cumplido su papel. Ya no tiene ninguna utilidad. Ahora mantiene al movimiento estancado, le causa enormes perjuicios y no ofrece ya -no puede- nada positivo. El primer periodo -en el que el anarquismo buscaba, se precisaba y se fraccionaba inevitablemente en su tarea- ha terminado. Es el momento de ir más lejos.
Si la dispersión del anarquismo es actualmente un hecho negativo, perjudicial, hay que tratar de ponerle fin. Se trata de recobrar el conjunto entero, de unir los elementos desperdigados, de encontrar y reconstruir conscientemente la síntesis abandonada.
Entonces surge otra cuestión: ¿es posible actualmente esta síntesis? ¿No será una utopía? ¿Se le podría proporcionar una cierta base teórica?
Respondemos que sí. Es perfectamente posible una síntesis del anarquismo (o, si se prefiere, un anarquismo “sintético”). No es en absoluto una utopía. Sólidas razones de orden teórico hablan en su favor. Anotemos brevemente algunas de estas razones, las más importantes, en su sucesión lógica:
1. Si el anarquismo aspira a la vida, si confía en un futuro mejor, se quiere llegar a ser un elemento orgánico y permanente de la vida, una de sus fuerzas activas, fecundas, creadoras, deberá entonces tratar de situarse lo más cerca posible de la vida, de su esencia, de su última verdad. Sus bases ideológicas deben concordar lo más posible con los elementos fundamentales de la vida. Está claro, en efecto, que si las ideas primordiales del anarquismo se encontraran en contradicción con los verdaderos elementos de la vida y de la evolución, el anarquismo no podría ser vital. Ahora bien ¿qué es la vida? ¿Se podría, de algún modo, definir y formular su esencia, fijar sus rasgos característicos? Sí, es posible. No se trata, ciertamente, de una fórmula científica de la vida -fórmula que no existe- sino de una definición más o menos pura y justa de su esencia visible, palpable, concebible. Es este orden de ideas, la vida es, antes que nada, una gran síntesis: un conjunto inmenso y complicado, orgánico y original, de múltiples elementos variados.
2. La vida es una síntesis. ¿Cuáles son, pues, la esencia y la originalidad de esta síntesis? Lo esencial de la vida es que la más grande variedad de sus elementos -que se encuentran además en movimiento perpetuo- realiza al mismo tiempo, y también perpetuamente, una cierta unidad, o más bien un cierto equilibrio. La esencia de la vida, la esencia de su síntesis sublime, es la tendencia constante hacia el equilibrio, incluso la realización constante de un cierto equilibrio, en la más grande diversidad y en un movimiento perpetuo (advirtamos que la idea de un equilibrio de ciertos elementos como la esencia biofísica de la vida está confirmada por experiencias científicas físico-químicas).
3. La vida es una síntesis. La vida (el universo, la naturaleza) es un equilibrio (una especie de unidad) en la diversidad y en el movimiento (o, si se prefiere, una diversidad y un movimiento en equilibrio). Por lo tanto, si el anarquismo desea marchar a la par que la vida, si trata de ser uno de sus elementos orgánicos, si aspira a concordar con ella y a llegar a un verdadero resultado en lugar de estar en oposición con ella, deberá, sin renunciar a la diversidad ni al movimiento, realizar también, y siempre, el equilibrio, la síntesis, la unidad.
Pero no basta con afirmar que el anarquismo puede ser sintético: debe serlo. La síntesis del anarquismo no sólo es posible, no sólo es deseable: es indispensable. Conservando la diversidad viva de sus elementos, evitando el estancamiento, aceptando el movimiento -condiciones esenciales de su vitalidad- el anarquismo debe buscar, al mismo tiempo, el equilibrio en esta diversidad y este movimiento mismo.
La diversidad y el movimiento sin equilibrio es el caos. El equilibrio sin diversidad ni movimiento es el estancamiento, la muerte. La diversidad y el movimiento en equilibrio es la síntesis de la vida. El anarquismo debe ser variado, móvil y, al mismo tiempo, equilibrado, sintético, unido. En el caso contrario, no será vital.
4. Por último, hagamos observar que el verdadero fondo de la diversidad y del movimiento de la vida es la creación, es decir, la producción constante de nuevos elementos, de nuevas combinaciones, de nuevos movimientos, de un nuevo equilibrio. La vida es una diversidad creadora. La vida es un equilibrio en una creación ininterrumpida. Por lo tanto, ningún anarquista podría pretender que “su” corriente fuera la verdad única y constante, y que todas las demás tendencias en el anarquismo fueran absurdas. Es, por el contrario, absurdo que un anarquista se deje atrapar en la limitación de una sola pequeña “verdad”, la suya, y que olvide así la gran verdad real de la vida: la perpetua creación de formas nuevas, de combinaciones nuevas, de una síntesis constantemente renovada.
La síntesis de la vida no es estacionaria: crea, modifica constantemente sus elementos y sus relaciones mutuas.
El anarquismo pretende participar, en los terrenos que le son accesibles, en los actos creadores de la vida. Por lo tanto, debe ser, dentro de los límites de su concepción, amplio, tolerante, sintético, como movimiento creador.
El anarquista debe observar atentamente, con perspicacia, todos los elementos serios del pensamiento y movimiento libertarios. Lejos de precipitarse en un solo elemento cualquiera, debe buscar el equilibrio y la síntesis de todos esos elementos recibidos. Debe, además, analizar y controlar constantemente esa síntesis, comparándola con los elementos de la vida con el fin de estar siempre en armonía perfecta con ésta última. En efecto, la vida no se mantiene quieta, cambia. Y, en consecuencia, el papel y las relaciones mutuas de los diversos elementos de la síntesis anarquista no serán siempre los mismos: en los diversos casos, será tanto uno como otro de los elementos los que habrá que subrayar, apoyar, poner en marcha.
Algunas palabras sobre la realización concreta de la síntesis
1. No hay que olvidar nunca la realización de la revolución, que la creación de las formas nuevas de la vida no nos incumbirán a nosotros, anarquistas aislados o ideológicamente agrupados, sino a las amplias masas populares, que cumplirán esa inmensas tarea destructora y creadora. Nuestro papel en esta realización se limitará al de fermento, de elemento de consejo, de ejemplo. En cuanto a las formas en las que se desarrollará el proceso, sólo podemos entreverlas de forma aproximada. No tiene sentido pelearse por los detalles en lugar de prepararnos, en un esfuerzo común, para el futuro.
2. Tiene menos sentido reducir toda la inmensidad de la vida, de la revolución, de la creación futura, a pequeñas ideas de detalle y a disputas mezquinas. Ante las grandes tareas que nos esperan es ridículo y vergonzoso ocuparse de esas tonterías. Los libertarios deberán unirse sobre la base de la síntesis anarquista. Deberán crear un movimiento anarquista unido, entero, vigoroso. Mientras no lo creen, estarán al margen de la vida.
¿En qué formas concretas podremos prever la reconciliación, la unificación de los anarquistas y, luego, la creación de un movimiento libertario unificado?
Antes que nada, debemos subrayar que no nos imaginamos esta unificación como un ensamblado mecánico de los anarquistas de las diversas tendencias en una suerte de campamento abigarrado en el que cada uno permanezca en su posición intransigente. Semejante unificación no sería una síntesis sino un caos. Desde luego, un simple acercamiento amistoso de los anarquistas de las diversas tendencias y una mayor tolerancia en sus relaciones mutuas (cese de la polémica violenta, colaboración en las publicaciones anarquistas, participación en los mismos organismos activos, etc.) sería un gran paso adelante en relación con lo que sucede actualmente en las filas libertarias. Pero consideramos ese acercamiento y esa tolerancia como, únicamente, el primer paso hacia la creación de la verdadera síntesis anarquista de un movimiento libertario unificado. Nuestra idea de la síntesis y de la unificación va mucho más lejos. Prevé algo más fundamental, más “orgánico”.
Creemos que la unificación de los anarquistas y del movimiento libertario deberá perseguirse, paralelamente, en dos sentidos, especialmente:
a) Hay que comenzar inmediatamente un trabajo teórico que concilie, combine y sintetice nuestras ideas que a primera vista parecen heterogéneas. Es necesario encontrar y formular en las diversas corrientes del anarquismo, por una parte todo los que debe ser considerado falso, que no coincide con la verdad de la vida y debe ser rechazado; por otra parte, todo lo que debe constatarse como justo, apreciable, admitido. A continuación, hay que combinar todos esos elementos justos y de valor, creando con ellos un conjunto sintético. Es sobre todo en este primer trabajo preparatorio donde los acercamientos de los anarquistas de las diversas tendencias y su tolerancia mutua podrán tener la gran importancia de un primer paso decisivo. Y, en fin, ese conjunto sintético deberá ser aceptado por todos los militantes serios y activos del anarquismo como base de la formación de un organismo libertario unido, cuyos miembros estarán así de acuerdo con un conjunto de tesis fundamentales aceptadas por todos.
Ya hemos citado el ejemplo concreto de un organismo así: la Confederación Nabat, en Ucrania. Añadamos aquí a lo que ya hemos dicho antes que la aceptación por todos los miembros de Nabat de ciertas tesis comunes no impedía a los compañeros de las diferentes tendencias apoyar sobre todo, en su actividad y su propaganda, las ideas que les interesaban. Así unos (los sindicalistas) se ocupaban sobre todo de los problemas concernientes al método de la organización de la revolución; otros (los comunistas) se interesaban preferentemente por la base económica de la nueva sociedad; los terceros (los individualistas) destacaban especialmente las necesidades, el valor real y las aspiraciones del individuo. Pero la condición obligatoria para ser aceptado en Nabat era la admisión de esos tres elementos como partes indispensables del conjunto, y la renuncia a la hostilidad entre las diversas tendencias. Los militantes estaban unidos de manera “orgánica”, porque todos aceptaban una serie de tesis fundamentales. Así es como nos imaginamos nosotros la unificación concreta de los anarquistas sobre la base de una síntesis de las ideas libertarias teóricamente establecida.
b) Simultánea y paralelamente al mencionado trabajo teórico deberá crearse la organización unificada sobre la base del anarquismo comprendido sintéticamente.
Para terminar, subrayemos de nuevo que no renunciamos en absoluto a la diversidad de las ideas y las corrientes en el seno del anarquismo. Pero hay diversidad y diversidad. Esta, especialmente, que existe entre nuestras filas actualmente, es un mal, un caos. Consideramos su presencia como una falta muy grave. Somos de la opinión de que la variedad de nuestras ideas sólo podrá ser y será un elemento progresivo y fecundo en el seno de un movimiento común, de un organismo unido, edificado sobre la base de ciertas tesis generales admitidas por todos los miembros y sobre la aspiración a una síntesis.
Sólo en el ambiente de un impulso común, sólo en las condiciones de búsqueda de tesis justas y de su aceptación, tendrán valor, serán útiles y fecundas nuestras aspiraciones, nuestras discusiones y nuestras disputas. Así sucedió precisamente en Nabat. En cuanto a las disputas y las polémicas entre las pequeñas capillas, predicando cada una “su” verdad única, no podrán llegar sino a la continuación del caos actual, de las luchas intestinas interminables y del estancamiento del movimiento.
Hay que discutir esforzándose por encontrar la unidad fecunda, y no por imponer a toda costa “su” verdad contra la de los otros. No es esa discusión la que conduce a la verdad. En cuanto a la otra discusión, sólo llevará a la hostilidad, a las querellas vanas y al fracaso.
Volin
Publicado en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm. 9 (Enero-Junio 2012)