martes, 2 de junio de 2015

Manifiesto sobre lo conocido y sabido


En los últimos tiempos, tal vez imbuidas por las urgencias electoralistas, a algunas personas que profesan la filosofía anarquista, les han entrado unas prisas semejantes por «salir del armario», por estar presentes en la sociedad de manera bien visible y ser aceptadas como alternativa por ella; es decir, reconocidas por sus méritos y consideradas como una fuerza más. No vamos a entrar a discutir estas posturas emergentes, más o menos radicalizadas en su verbo, no tanto en planteamientos que son comunes a la práctica libertaria.

No nos produce ni frío ni calor todo este acontecer de definiciones, redefiniciones y reinventos de la Anarquía. Todas pueden ser válidas y todas matizables de un modo constructivo. Asumimos su valor en sí mismo, y el esfuerzo y valentía de las personas que las aportan y las hacen públicas. Ahora bien, en unos casos no entendemos con claridad qué es lo que quieren decir, el trasfondo, lo que pretenden o a dónde quieren llegar. ¿Quizá desean que se nos respete y no se nos reprima impunemente? ¿Qué no se nos considere personas violentas? ¿Qué se nos perdonen nuestros pecados por ser anticapitalistas y antiestatistas? Quienes protagonizan estos discursos deben responder a estas preguntas. En otros casos, los planteamientos que se barajan simplemente nos parecen excluyentes y/o sectarios. Queremos decir con esto que quizá ya hay demasiados manifiestos y propuestas a las que sumamos uno más como aportación a la discusión. Aunque el movimiento anarquista ha sido y es rico en elaboraciones intelectuales, en todos los aspectos de la vida, siempre se ha regido por la práctica a la hora de legitimar sus asertos y anhelos; es ahí donde se nos mide, nuestra auténtica escuela; es en ese contexto natural donde se forja nuestra hermandad universal; por tanto, es en la creación, recreación o destrucción creativa donde debemos sumergirnos.

Casi todo lo creado importa, casi todo es valioso, pero cualquier creación debe ser expresada, comunicada, probada, refrendada, confirmada y revisada continuamente. Solo así crecemos y evolucionamos como individuos, como colectividad y como especie.

¿Qué proponemos? Nada nuevo que no se haya hecho y dicho ya. Generalmente nos desbordan los acontecimientos porque solemos estar estancados en disquisiciones teóricas, organizativas, o, en su caso, apáticas ante la visión catastrofista del entorno social. Esto último, el desaliento, es ajeno ―así debería ser― al anarquismo. Con nuestro ejemplo propagamos «La Idea», con nuestros intermitentes abandonos o retiradas —no precisamente estratégicas—, nos convertimos en tertulianos frustrados de taberna, en sectarios mal avenidos e ineficaces para el proyecto que deberíamos defender y difundir dentro de nuestro entorno. Yendo al grano, dividiré nuestra propuesta en varias partes bien diferenciadas: Identidad anarquista, Práctica anarquista, Organización anarquista y Confluencias.

Identidad anarquista: En este apartado recomendamos lecturas de autores clásicos; poco podemos aportar al respecto. Sí destacar varios aspectos a tener presentes en nuestra práctica y propaganda. ¿Qué somos? Somos todo. Queremos cambiar todo. Y sí, particularmente, somos: Antiestatistas, asamblearios, autónomos, practicamos la Acción directa, somos comunistas libertarios, antiautoritarios, internacionalistas, federalistas, autogestionarios, antimilitaristas, anticapitalistas, antipatriarcales, ecologistas, y lo que hemos olvidado también.

Estos puntos son nuestros ejes de lucha y transformación y por supuesto nuestras señas de identidad. ¿Qué tenemos que debatir al respecto o sobre ellos? Somos lo que somos y si nos llamamos de otra manera, quizá comencemos a convertirnos en otra cosa. Las personas que elaboramos este texto no queremos ser ni más ni menos que lo que reflejan nuestros ejes de actuación. En cualquier práctica, individual o colectiva, estos principios deben dirigir nuestra línea de lucha, hasta donde lleguemos. Sin un idea de fracaso previa, por muy difícil que sea la tarea. Nos plantearemos objetivos con la imperiosa intención de tener éxito; hay muchas victorias que en un primer momento parecen fracasos pero que luego, a largo plazo, toman forma y muestran resultados positivos. Insistimos, las luchas deben estar enmarcadas por estos principios pero sin olvidarnos de enfocarlas hacia la obtención de resultados positivos. Es decir, si alguien nos viene a pedir ayuda porque está desahuciada con sus hijos en la calle, puede resultar bastante inútil que le hablemos de ocupar o liberar espacios como alternativa a la escasez de vivienda, a lo mejor no se siente capaz de desenvolverse en ese escenario en esos momentos; podríamos empezar por buscarles alojamiento, practicando lo más importante de nuestra esencia anarquista, el apoyo mutuo. Que los principios nos guíen pero que no nos cieguen a la hora de afrontar los retos del día a día.

Práctica anarquista: Aunque los principios citados son el intérprete y conformador de nuestro impulso de transformación, es decir, las herramientas básicas con las que pretendemos liberarnos de toda dominación en cualquiera de sus formas, y de paso construir una nueva sociedad; es en la práctica en dónde estos principios toman forma y crecen en valor y autenticidad al demostrar, en base a hechos, que el ser humano puede autogobernar su existencia autónomamente, libre de toda autoridad. Queremos hacer una revolución, construir un nuevo mundo, y para ello es imprescindible extender “la idea” en sectores cada vez más amplios de la sociedad; y al mismo tiempo, empezar a vivir la anarquía en nuestro devenir cotidiano. Por tanto, siempre que tengamos oportunidad, en cualquier foro en el que nos dejen expresarnos, presentaremos nuestro enfoque de las luchas y cómo queremos vivir y afrontar los problemas diarios, desde los más domésticos a los más generales. Si bien cualquier conflicto o confrontación social es nuestro caldo de cultivo y el catalizador potencial de la reacción incendiaria que esperamos, serán nuestros proyectos transformadores llevados a la práctica —la agitación a través de nuestros hechos—, la mejor tarjeta de presentación de lo que somos y queremos. De paso, no solo vivimos la Anarquía en el presente sino que minamos la estructura del Estado con micro revoluciones, que en conjunto le irán vaciando de contenido, así como a sus instituciones. De este modo, crearemos escuelas libres, ateneos, cooperativas, bibliotecas, facilitaremos nuestro autoconsumo en todos los aspectos (alimentación, energía, salud, educación, ocio, vestido, etc.), aprovechando lo que podamos de lo que hay, sin desvirtuar nuestro enfoque global. Lo queremos todo y trabajaremos por ese «todo» desde nuestras formas de concebir el «nuevo mundo».

Organización anarquista: Este nuevo orden social que pretendemos surja de nuestra práctica anarquista será más eficaz si está coordinado en función de las necesidades que vayan surgiendo, y, por supuesto, «de abajo a arriba».

¿Cómo surge la organización? De muchas maneras y de un modo natural, sin burocracias ni personalismos. En primer lugar, los anarquistas siempre se han unido desde la «afinidad» (afinidad ideológica, afectiva y práctica). Desde esa afinidad practicamos la solidaridad intragrupo, compartimos ideas, debatimos y decidimos qué labor realizar en cada momento en nuestro entorno. Dicha unión es intrínsecamente moral, ideológica y afectiva.

Aparte de al grupo de afinidad, podemos pertenecer, si así lo deseamos, por ejemplo, a una cooperativa; ahí estaremos organizados con los compañeros y compañeras que la conforman. También podemos trabajar en una fábrica y estar organizados en una asamblea de la misma. Podemos pertenecer a un grupo de consumo o participar en la gestión de un Ateneo Libertario. En cada uno de estos espacios, podría surgir una coordinación a nivel local —si se ve necesario—, más o menos permanente, para facilitar la consecución de objetivos, compartir experiencias y realizar mejoras. El área de convivencia más cercana es el barrio (en localidades grandes) —en las pequeñas la coordinación se simplificaría al máximo—. En el barrio se podría formar un comité de portavoces temporales sin capacidad de decisión, que coordinarían tareas y facilitarían la comunicación con las respectivas asambleas; estos comités se encargarían, entre otras cosas, de conocer las necesidades del barrio y buscar los recursos humanos y materiales para satisfacerlas. Serían una alternativa plausible a los ayuntamientos. Por supuesto, los comités de barrio se coordinarían de abajo a arriba: Asambleas de manzana, de barrio, etc.; Comité de barrio, Comité local, Comité provincial, Comité territorial… Estos comités son puramente logísticos, dependen siempre de las asambleas de barrio (la unidad más elemental), son revocables y rotativos.

Asociados a estos comités se encuentran los Comités de Defensa, destinados a garantizar la seguridad de los barrios y auténtico esqueleto de unas futuras milicias, imprescindibles en el momento en que sea necesario articular el último paso para la proclamación del Comunismo Libertario: la insurrección generalizada. Los Comités de Defensa funcionan de un modo parecido a los Comités de Barrio (en su área específica) y se supeditan a estos últimos en cuanto a estrategia se refiere.

De todo lo dicho se deduciría que la organización anarquista, en el momento presente, dentro del sistema capitalista, funcionaría paralelamente a la sociedad común, de un modo semejante a lo que será en el futuro, tras la revolución. No hacemos una organización anarquista, organizamos la sociedad con un enfoque libertario. Será la práctica y las necesidades históricas las que irán marcando las decisiones a tomar sobre estrategias a seguir y estructuras a crear.

Confluencias: ¿Qué queremos decir con este término? Suponemos que cuando se utiliza esta palabra se pretende indicar que se desea agrupar a personas alrededor de algo, de un proyecto o de un objetivo concreto. Para nosotras, la mejor forma de confluir hacia una actividad es la propia actividad, la propia tarea. Confluimos en base a tareas. El que quiera confluir que confluya. A nadie se le va a pedir el carnet de anarquista para participar en un proyecto. Ahora bien, si nuestra práctica es un ejemplo, la expresión de nuestras señas de identidad, cualquiera que desee participar a nuestro lado, como mínimo asumirá la tarea y su gestión bajo nuestros principios. Las tareas nos aproximan y nos hermanan, la autonomía personal y política nos empuja hacia construcciones transformadoras cada vez más extensas y complejas; la auto organización de nuestras vidas sin autoridad nos hace protagonistas responsables de nuestro destino.

Marzo de 2015
Colectivo Apoyo Mutuo



2 comentarios:

  1. Hola, soy una anarquista de Getafe y me gustaría saber como podría contactar con vosotros. Llevo mucho tiempo con el própósito de trabajar con más camaradas dentro de la localización.

    Os lo agradecería un montón.

    Salu2 libertarios.

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  2. Nuestro correo: ramgetafe@gmail.com

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