Sin embargo, que eso deba hacerse por la vía de la conformación de alternativas electorales, resulta bastante más discutible. Aquí deberíamos partir de diferenciar distintos aspectos del problema: uno es la posibilidad efectiva de operar cambios transformadores por esa vía, en nuestro sistema político, y los efectos que la elección de esa vía producen en la constitución de ese contrapoder popular local del que hablábamos. Otro aspecto es, descendiendo a lo concreto, qué tipo de dinámicas reales se están operando en estos momentos en el entorno, bastante poco homogéneo, de dichas candidaturas.
Vaya por delante que no considero una cuestión de principios, sino táctica, el tema de la participación electoral, pero sí estoy lleno de escepticismo respecto a su funcionalidad actual para la construcción de contrapoderes populares, y ello incluso a nivel local. En definitiva, los efectos de una política institucional municipal son limitados y, aunque pueden generar un interesante efecto de iluminación de alternativas concretas de participación directa en la gestión de los recursos comunes, también pueden desmovilizar y convertir en dependientes, por la vía de su atrapamiento por redes clientelares, a los movimientos locales, legitimando al tiempo la institucionalidad del capital.
Un ayuntamiento progresista puede hacer cosas limitadas, en el mejor de los casos, pero lo esencial del problema de la transformación reside en otro lado, en la densificación y articulación, desde la independencia orgánica y de clase, de las iniciativas de autoorganización de los trabajadores y los sectores populares. Hablar de independencia y autonomía es hablar de independencia orgánica, pero también, discursiva, política y hasta financiera. En ella se juega la capacidad de pensar el mundo desde otro sitio y, por tanto, de vivificar las experiencias de apoyo mutuo y de conflicto capaces de construir un pueblo fuerte. La subsunción de las energías populares en las dinámicas institucionales puede derivar, como ha ocurrido históricamente de manera reiterada, en su subordinación efectiva a las necesidades de una capa de la clase media con voluntad ilustrada, pero no de ruptura con la sociedad del capital.
El peso de los profesionales
Pero es que además, descendiendo a lo concreto, el escenario que se nos presenta en las próximas elecciones locales es de todo menos simple: las candidaturas de unidad popular muchas veces no son, desde luego, de unidad, y otras veces no son populares. Confundiendo participación política con navegación en internet, han sido construidas en muchos lugares desde la simple yuxtaposición de los partidos de la izquierda socialdemócrata existente, barnizados de democracia ‘directa’ por primarias sin censo y programas sin debate más allá de algún foro virtual. La palabrería sobre la “unidad” no consigue esconder que en muchos casos los enfrentamientos entre aparatos han marcado la confección de las listas, o se han resuelto en candidaturas confrontadas. Por supuesto, no todo es así, pero es que, incluso en el caso de las candidaturas que más simpatías puedan merecernos, el peso de los profesionales de la política clásica sigue siendo importante.
Así que, al fin, deberemos recurrir a Ricardo Mella, un gallego genial, y decir eso de“trabajador, vota, o no votes si así lo deseas, pero recuerda que lo importante es otra cosa. Volver a salir a la calle el día después a luchar”.
José Luis Carretero Miramar
Profesor de Derecho del Trabajo e integrante de ICEA
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