lunes, 6 de julio de 2020

Emma Goldman: "Los aspectos sociales del control de la natalidad" (1916)


Parte del ensayo de 1916, publicado en Mother Earth, [v.11 (Abril de 1916), pp. 468-75], «The Social Aspects of Birth Control», escrito por Goldman poco antes de su juicio y encarcelamiento por hablar públicamente sobre y a favor del control de la natalidad.


Desde todo ángulo, entonces, puede ser considerada la cuestión del Control de la Natalidad, es el asunto más dominante de los tiempos modernos, y como tal, no se le puede hacer retroceder mediante la persecución, la prisión o una conspiración de silencio.

Aquellos que se oponen al Movimiento del Control de la Natalidad claman hacerlo en nombre de la maternidad. Todos los charlatanes políticos cotorrean sobre esta maravillosa maternidad, pero ante un examen más cuidadoso nos encontramos con que esta maternidad ha estado por siglos ciega y estúpidamente dedicando sus retoños a Moloch. Además, mientras las madres estén obligadas a trabajar muchas y duras horas para ayudar a sustentar a las criaturas que involuntariamente trajeron al mundo, la discusión de la maternidad no es más que palabrerías. Diez por ciento de las mujeres casadas en la ciudad de Nueva York deben ayudar a ganar el sustento. La mayoría de ellas obtienen el muy lucrativo salario de $280 al año. ¿Cómo puede osar alguien hablar de las bellezas de la maternidad frente a tal crimen?

Pero aún en el caso de las madres mejor pagadas, ¿qué hay de ellas? No hace mucho nuestro viejo y canoso Comité de Educación declaró que las profesoras madres no podían seguir enseñando. Aunque estos anticuados caballeros hayan sido obligados por la opinión pública a reconsiderar su decisión, es absolutamente cierto que si la profesora promedio fuese a ser madre cada año, pronto perdería su empleo. Esta es la suerte de la madre casada; ¿qué hay de la madre soltera? ¿O alguien duda que hay miles de madres solteras? Llenan nuestros talleres, fábricas e industrias en todas partes, no por opción sino por necesidad económica. En su monótona y gris existencia el único color que queda es probablemente una atracción sexual que sin métodos de prevención invariablemente conduce a abortos.

Miles de mujeres son sacrificadas como resultado de los abortos pues éstos son realizados por médicos curanderos y parteras ignorantes clandestinamente y a prisa. Sin embargo los poetas y los políticos cantan a la maternidad. Nunca fue perpetrado un crimen mayor contra la mujer.

Nuestros moralistas lo saben, pero persisten a favor de una reproducción indiscriminada de infantes. Nos dicen que limitar la prole es por completo una tendencia moderna porque la mujer moderna es suelta de moral y desea reducir su responsabilidad. En respuesta a esto, es necesario señalar que la tendencia a limitar la prole es tan antigua como la especie. Tenemos como autoridad para esta contención al eminente médico alemán, el Dr. Theilhaber, quien ha compilado datos históricos para probar que la tendencia era prevalente entre los Hebreos, los Egipcios, los Persas y muchas tribus de Indios Americanos. El temor a la cría era tan grande que las mujeres usaban los métodos más horrendos antes que traer a un infante no deseado al mundo. El Dr. Theilhaber enumera cincuenta y siete métodos. Estos datos son de gran importancia en tanto disipan la superstición de que la mujer desea convertirse en madre de una familia numerosa.

No, no es porque la mujer carezca de responsabilidad, sino porque tiene demasiada de ésta última que demanda saber cómo prevenir la concepción. Nunca en la historia del mundo ha sido la mujer tan consciente de la especie como lo es hoy. Nunca antes ha sido capaz de ver en la cría, no sólo en su cría, sino en toda cría, — la parte unitaria de la sociedad y el canal por el cual hombre y mujer deben pasar —, el factor más fuerte en la construcción de un nuevo mundo. Es por esta razón que el Control de la Natalidad se erige sobre tan sólido piso.

Se nos dice que mientras la ley en los libros de estatutos haga de la discusión de la prevención un crimen, esta prevención no debe ser discutida. En respuesta quiero decir que no es el Movimiento del Control de la Natalidad, sino la ley, lo que tendrá que hacerse a un lado. Después de todo, para eso son las leyes, para hacerse y deshacerse. ¿Cómo se atreven a obligar que la vida deba someterse a ellas? ¿Sólo porque unos fanáticos ignorantes en su propia limitación de mente y de corazón lograron pasar una ley en un tiempo en que hombres y mujeres eran cautivos de la superstición religiosa y moral, debemos estar limitados por ella por el resto de nuestras vidas? Comprendo fácilmente por qué jueces y carceleros deban estar limitados por ella. Ese es su sustento; es su función en la sociedad. Pero incluso los jueces a veces progresan. Llevo su atención a la decisión dada a favor del tema del Control de la Natalidad por el juez Gatens de Portland, Oregon. “Me parece que el problema con nuestro pueblo hoy es, que hay demasiada mojigatería. La ignorancia y la mojigatería han sido siempre la cruz a cuestas del progreso. Todos sabemos que hay cosas erradas en la sociedad; que sufrimos de muchos males pero no tenemos el valor de pararnos y admitirlo, y cuando una persona lleva nuestra atención a algo que ya sabemos, fingimos pudor y nos sentimos indignados.” Ese ciertamente es el problema en la mayoría de nuestros legisladores y en todos aquellos que se oponen al Control de la Natalidad.

Yo seré juzgada en Sesión Especial el 5 de Abril. No sé cuál será el resultado, y por lo demás, no me importa. Ese pavor por ir a prisión por las propias ideas tan predominante entre los radicales americanos, es lo que hace tan pálido y débil al movimiento. Yo no tengo tal pavor. Mi tradición revolucionaria es aquella en la que quienes no están dispuestos a ir a prisión por sus ideas nunca han considerado de mucho valor sus ideas. Además, hay lugares peores que la prisión. Pero ya sea que deba pagar por mis actividades por el Control de la Natalidad o que salga libre, una cosa es cierta, el Movimiento del Control de la Natalidad no puede ser detenido ni será detenido en su agitación. Si me freno en discutir métodos, no es porque tema un segundo arresto, sino porque por primera vez en la historia de América, el asunto del Control de la Natalidad a través de la información oral es claro y como quiero que sea luchado por sus propios méritos, no quiero dar a las autoridades una oportunidad para oscurecerlo. Sin embargo, sí quiero señalar la total estupidez de la ley. Tengo en mi mano el testimonio dado por los detectives, el que, en su declaración, es una transcripción exacta de lo que yo les señalé desde la plataforma. Pero tan ignorantes son estos hombres que no hay ningún contraceptivo deletreado correctamente. Es perfectamente legal que los detectives den testimonio, pero no es legal que yo lea el testimonio que resultó en la formulación de mis cargos. ¿Se me puede culpar por ser anarquista y no hacer caso de las leyes?

Además, deseo señalar la total estupidez de la corte americana. Supuestamente la justicia ha de repartirse al público. Supuestamente no ha de haber procedimientos secretos y arbitrarios en la democracia, y sin embargo el otro día cuando los detectives dieron su testimonio, todo se hizo en susurros, cerca del juez, como en el confesionario de una Iglesia Católica, y bajo ninguna circunstancia se le permitió a las mujeres presentes escuchar algo de lo que ocurría. ¡La farsa de todo esto! Y aún se espera que la respetemos, que la obedezcamos, que nos sometamos a ella.

No sé cuántos de ustedes están dispuestos a hacerlo, pero yo no. Me erijo como una de las patrocinadoras de un movimiento mundial, un movimiento que apunta a liberar a la mujer del terrible yugo y esclavitud del embarazo forzado; un movimiento que demanda el derecho a que toda criatura nazca en buenas condiciones; un movimiento que ha de ayudar a liberar al parto de su dependencia eterna; un movimiento que ha de llevar al mundo un nuevo tipo de maternidad. Considero a este movimiento importante y tan vital como para desafiar todas las leyes de los libros de estatutos. Creo que abrirá camino no sólo a la libre discusión de contraceptivos sino a la libertad de expresión sobre la vida, el arte y el trabajo, al derecho de la ciencia médica a experimentar con contraceptivos como lo ha hecho en el tratamiento de la tuberculosis o cualquier otra enfermedad.

Podré ser arrestada, podré ser juzgada y enviada a la cárcel, pero no estaré nunca en silencio; nunca consentiré o me someteré a la autoridad, y tampoco haré las paces con un sistema que degrada a la mujer a mero incubador y que engorda gracias a sus inocentes víctimas. Aquí y ahora declaro la guerra a este sistema y no descansaré hasta que se haya despejado el camino para una maternidad libre y una infancia saludable, dichosa y feliz.

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