- Abolición de la propiedad privada de la tierra, de las materias primas y de los instrumentos del trabajo, para que nadie sufra un modo de vida basado en la explotación del trabajo ajeno, garantizando los medios de subsistencia de todos los seres humanos, para que puedan ser verdaderamente independientes y asociarse libremente en función del interés común y conforme a las propias simpatías.
- Abolición del gobierno y de todo poder que haga ley y la imponga a los demás, o sea: abolición de las monarquías, repúblicas, parlamentos, ejércitos, policías, magistraturas y todas las demás instituciones dotadas de medios coercitivos.
- Organización de la vida social a través de libres asociaciones y federaciones de productores y consumidores, hechas y modificadas a tenor de la voluntad de sus componentes, guiados por la ciencia y la experiencia, libres de toda imposición que no derive de las necesidades naturales, a las cuales, vencido el hombre por el sentimiento de la misma necesidad inevitable, voluntariamente se somete.
- Garantizar los medios de vida, de desarrollo y de bienestar a los niños y niñas, y a todas las personas los que no estén en estado de proveer a sus necesidades.
- Luchar contra las religiones y todas las mentiras, aunque se oculten bajo el manto de la ciencia; e instrucción científica generalizada, hasta su más elevado grado.
- Lucha contra el patriotismo. Abolición de las fronteras, confraternización de todos los pueblos.
- Reconstitución de la familia de tal modo que resulte la práctica del amor, libre de todo vínculo legal.
Tiziano Antonelli
Este texto forma parte del artículo "La libertad, ¿para qué?" publicado en Tierra y Libertad, nº 331, págs: 8-9 (febrero 2016)
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